jueves, agosto 25, 2016

Territorios de paz para los animales y el ambiente: las zonas que el humano debe despejar

Por: Carlos A. Crespo C. Activista antiespecista. Psicólogo – Candidato a magíster en Bioética. Resistencia Natural (REN), Red Internacional Antitauromaquia. resistencia.natural@gmail.com 

Versión completa del artículo publicado en El turbión  

Se dejan atrás las armas, se dejan atrás una cantidad inimaginable de víctimas de los conflictos que la guerra no pudo resolver y se dejan también los territorios que hasta ahora han sido ocupado y controladopor la guerrilla de las FARC, a las que hoy se juntan los anuncios del inicio de las conversaciones con el ELN. También vuelven a la vida ciudadana muchos y muchas que solo han conocido la guerra como proyecto de existencia y un reto gigante para el pueblo, manipulado en sus conciencias por el interés de los belicistas.

Por muchos años, casi los años que ha durado la guerra, fueron vastas zonas las que no contaron con la soberanía del estado, que eran dominadas por las fuerzas irregulares de la guerrilla. Era a esta última a la que muchos pueblos referían como la autoridad y ley reconocida, en detrimento de un estado que no conocían, un estado que solo veían a través de las señales de televisión, cuando contaban con uno. Un ente lejano que no daba respuestas ni soluciones. Así mismo, han existido territorios sin estado presente, pero con la presencia de más de una organización guerrillera y en otras ocasiones la presencia de muchas más fuerzas en disputa, creando una serie de variables de complejo análisis, que hacen que aquello denominado paz aún está lejos de alcanzar.De cualquier manera, los habitantes de los territorios han sido las víctimas en medio de 2, 3 o hasta más fuegos legales y/o ilegales.

Lo anterior ha producido experiencias de apropiación ciudadana sin precedentes, lastimosamente no comunes, como la comunidad de paz de San José de Apartadó (Antioquia), que desde 1997 y luego de una masacre perpetrada por actores armados legales e ilegales, decidió declarar su territorio libre de guerra y no permitir que ninguna fuerza armada accionara en sus límites, no solo las fuerzas estatales como proponen las FARC en su propuesta de territorios de paz. En este contexto resulta interesante por lo mezquino que, en las negociaciones realizadas, el hecho de que no se negocie el modelo económico sea la premisa fundamental del estado y la aceptación de los grupos insurgentes de esta premisa no deja de ser lamentable. Los territorios controlados por el estado, en el contexto de un sistema capitalista y neoliberal, son vistos principalmente como fuente de recursos económicos. Todo lo existente en los territorios es susceptible de venta, renta, préstamo, explotación o aprovechamiento y es el gobierno quien a libre arbitrio dispone de estos recursos, no siempre con el acuerdo o para beneficio de quien se supone es realmente el estado, o sea el pueblo. El estado y su modelo capitalista es depredador (Otros modelos también depredan. El capitalismo ha llevado al límite la explotación del planeta y sus habitantes).

Las comunidades que conforman el pueblo y que habitan estos territorios, son quienes realmente tienen los derechos para usufructuar estos recursos que dan sustento a las necesidades de los seres vivos de estos territorios. Esta afirmación tiene dos acotaciones. La primera, los animales no humanos, de acuerdo al enfoque antiespecista, no son considerados recursos, en tanto no son propiedad de nadie más que de ellos mismos. En este sentido y como habitantes de los territorios, los animales no humanos también tienen derecho a usufructuar los recursos del territorio de acuerdo a sus necesidades y, de hecho, a contar con sus propios territorios. La otra acotación tiene que ver con la inevitable sustentabilidad que exigen estos tiempos. Los recursos, en tanto perecederos, deben ser usados con mesura, garantizando la posibilidad de accesibilidad de todos los seres sintientes, incluidas las generaciones futuras.

Con o sin guerra, los animales han sido víctimas del desplazamiento y la violencia en sus territorios. Ejemplo de ello ha sido el asesinato de dos ojos de anteojos por parte de campesinos en este inicio de año (También estuvo implicado un concejal), por el delito de co existir territorios que los humanos hemos invadido. El conflicto a pauperrizado estas condiciones, llevando desplazamientos humanos no solo a las grandes urbes, sino a otros lugares donde los humanos no deberíamos tener asiento permanente, como los páramos, forjando el conflicto entre estos humanos y los animales habitantes originarios de estas zonas. El mismo conflicto deja una cantidad de preguntas generalmente sin respuesta. ¿Cuantos animales y de cuantas especies han sido desplazados de sus territorios? ¿Cuáles son las cifras de animales asesinados en bombardeos, o por efecto de las bombas quiebra patas? ¿Cuántos animales usados como carne de cañón han explotado a cambio de los combatientes humanos? ¿Cuántos animales han sido usados como práctica de tiro, desensibilización frente a la muerte y la tortura o insumo para producción de armas.

Sin embargo, y a pesar de la destrucción que deja la guerra, entre otras la de la naturaleza, también es cierto que grandes extensiones de territorio cuyo control ha recaído hasta ahora sobre la guerrilla, ha tenido como efecto el veto para que las grandes multinacionales en el nivel macro, y los grupos de colonos en lo micro tengan una gran limitante para la explotación de recursos y la destrucción ambiental. La guerrilla ha sido participe de negocios que contribuyen a la degradación ambiental, como el narcotráfico de hoja de coca, que hace que la seguridad alimentaria de los campesinos sea sustituida por unas efímeras bonanzas, en tanto las ganancias verdaderas no quedan en sus bolsillos (sin hablar de la criminalización y estigmatización de estas plantas tradicionales).

También es relevante su participación en la explotación minera del coltan o las terribles catástrofes ambientales que dejan los atentados a oleoductos. A pesar de ello, su presencia también ha permitido que amplias extensiones permanezcan vírgenes, preservados los ecosistemas, manteniendo lejana la frontera agrícola o las locomotoras minero energéticas. Un ejemplo de ello es el de la “Atelopus farci”, rana de color olivo y tubérculos en la espalda, quien fuera descubierta hace unos 30 años y que debe su particular nombre a su estrecha relación con las FARC, en tanto existió camuflándose en zonas controladas por esta guerrilla y se extinguió cuando perdieron control de los territorios donde habitaba. La acción subversiva protegía los bosques andinos por encima de los 2000 mts donde habitaba esta rana comedora de insectos y que fuera investigada por John Douglas Lynch. Otro ejemplo es el del mono araña café (Ateles hybridus), para quien la baja de intensidad del conflicto aumentó los cultivos de palma, disminuyendo el bosque nativo donde viven estos primates (Lina Tono - tesis de maestría "Animalario de la guerra y la paz en Colombia").

Lastimosamente el primer punto de la negociación del gobierno colombiano con las FARC sobre política de desarrollo agrario integral habla de mejoramiento de las condiciones de la población rural reactivación del campo, distribución de la tierra y la eliminación de la pobreza, todos elementos muy importantes, pero que sin dejar el sesgo antropocéntrico quedan incompletas, al mencionar solo tangencialmente la preservación de las zonas hasta ahora protegidas por la presencia guerrillera, viendo estos territorios más bien como una oportunidad de aprovechamiento, con toda seguridad no tanto para los campesinos, sino para abrir inversión extranjera y fortalecer entre otras la denominada locomotora minera, pilar de gobierno del presidente Santos.

Delimitar la frontera agrícola y proteger las áreas de especial interés ambiental, para lo que se avanzará en un plan de zonificación ambiental que haga compatible la preservación con las alternativas económicas de las comunidades y de desarrollo del país y promueva diferentes planes que contribuyan a la preservación ambiental. El Gobierno apoyará los planes de desarrollo de las zonas de reserva campesina que ya están creadas o se creen como iniciativa de las comunidades buscando una mayor presencia del estado en estos territorios. Es bien sabido que esta retorica deja mal parado al ambiente, que en la balanza gana siempre el concepto de desarrollo, economía y dinero, en detrimento de la naturaleza. Lo cierto es que con o sin guerra, con o sin negociaciones, el gobierno, en cabeza del estado ha venido haciendo una feria con los recursos de los territorios, dejando muchas veces sin sustento a sus actuales habitantes humanos e impidiendo que se refuercen los por ahora utópicos proyectos de preservación y conservación de recursos para los otros animales o para las generaciones futuras. Para el estado capitalista neoliberal existe el presente y el stock de recursos, productos que constituyen su negocio, es puesto en venta al mejor postor. Para este tipo de estados, humanos, animales no humanos, y todo sobre la faz de la tierra es algo presto al lucro y a la capitalización.

Recordar la reciente venta de Isagen, donde de manera paradójica, se unió la izquierda con la ultraderecha colombiana, más otros de los más disimiles sectores para rechazar la subasta de esta empresa estatal. A pesar de ello, su privatización fue un hecho y el agua, principal activo de esta empresa, quedó en manos extranjeras, mientras el pueblo quedó ad portas de un racionamiento eléctrico. Este no es para nada un escenario para un territorio de paz, más bien es todo lo contrario. El terrible escenario del párrafo anterior continua siendo corroborado por diferentes entes gubernamentales que respaldan la locomotora minera, traducida en las muchas licencias ambientales para explotación petrolera por parte de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), en territorios de especial vulneración ecológica y cuyo caso más mediático se dio con la licencia entregada a la multinacional Hupecol en las inmediaciones de la serranía de la Macarena y su paradisiaco Caño Cristales, que por fortuna pudo ser suspendida (temporalmente) en parte por la enorme presión social de la campaña #YoDefiendoLaMacarena.

Sin embargo muchos lugares de gran valor ecológico, no tan famosos y más bien desconocidos, siguen en riesgo por la avaricia gubernamental y su abuso de poder sobre las posiciones de desarrollo sostenible de las comunidades e inclusive del desconocimiento del ámbito científico, como las irresponsables declaraciones del presidente de Ecopetrol Juan Carlos Echeverry frente a las posiciones académicas en contra de la explotación petrolera en la Macarena, expresadas en el Congreso de la república. Se acerca el denominado postconflicto y tal y como hace tres años una parte del movimiento animalista les expresó en una misiva a los grupos de negociadores de La Habana, los animales deben ser tenidos en cuenta si es que se quiere un acercamiento real al concepto de paz. Una paz sin este elemento seguirá siendo una paz incompleta. El eje central de tal comunicación fue: Paz para los animales: Ellos también son víctimas.

Así como se requiere construir territorios de paz que den cuenta de la justicia social con equidad, con protección de la vida e integridad de pobladores originarios y reincorporados (Evitando las dolorosas experiencias vividas con la UP), y en este sentido evitando y combatiendo la reorganización de las estructuras paramilitares, garantizando las condiciones de vida de calidad, de desarrollo de capacidades, de participación incidente y de democracia directa, de garantía de no repetición de escenarios de violencia o de guerra, también es necesario tener en cuenta que no estamos solo los humanos. Que en puntos esenciales de la negociación como el número cuatro de los puntos de negociación de La Habana, del sistema especial de seguridad alimentaria y nutricional, el fortalecimiento de mercados locales, el manejo adecuado de alimentos y programas contra el hambre, no tienen por qué estar ligados a la explotación de los animales. Que los inmodificables planes de negocios para población vulnerable, donde invariablemente están los galpones de gallinas y los chiqueros para cerdos, pueden ser modificados por alternativas rentables, sustentables, colaborativas, solidarias y sobre todo éticas, bajo los nuevos parámetros de las éticas biocentristas.

Las discusiones sobre la seguridad alimentaria no pueden estar ajenas a los continuos llamados de la Organización de las Naciones para la Alimentación y la Agricultura (FAO), quien en su último cuestionamiento sobre ¿Cuáles son las rutas que deben seguir los Gobiernos para evitar unas altas tasas de hambre?, respondiendo de acuerdo a las investigaciones del Instituto de Ecología Social de Viena (Austria), liderado por Karl-Heinz Erb, quienes idearon un modelo matemático que les arrojó 500 posibles escenarios para alimentar el planeta en 2050, encontrando que el mejor escenario se da donde toda la población sea vegana. Que el tercer punto sobre el fin del conflicto, donde se acuerda la limpieza y descontaminación del Territorio de la Presencia de Minas Antipersonal y demás elementos explosivos en general no tiene que hacerse por medio de víctimas animales en átomos volando (Aunque los quieran hacer ver como héroes) sino con tecnología de punta.

 Es necesario repetir por todo el país experiencias como la de la comunidad de paz de San José de Apartadó, pero venciendo el especismo antropocéntrico. Teniendo en cuenta que los territorios de paz no necesariamente tienen que contar con la presencia del humano y que es perentorio no repetir la experiencia de animales hoy desaparecidos, como la ranita “Atelopus farci”. Que necesitamos reestructurar la ruta del jaguar, volver a poblar los páramos y bosques de osos de anteojos, que el cóndor de los andes vuelva a alzarse imponente sin un fusil apuntando a su cuerpo. Que necesitamos mantener el agua pura fluyendo para que continúe existiendo la posibilidad de vida, misma que el petróleo o los metales de las minas reducen. Que necesitamos saber que en los territorios de los no humanos, somos nosotros los invasores. Y así como se piden garantías para humanos y no humanos, un sector de ellos, animalistas y ambientalistas, que luchamos contra los intereses del status quo, también merecemos como todas y todos nuestro territorio de paz, recordando que Colombia se encuentra entre los siete países con más ambientalistas asesinados: “Los defensores y defensoras de la Tierra, reconocidos en 1998 por la Declaración sobre el derecho y el deber de los individuos adoptada por la Asamblea General de la ONU, son amenazados (en persona, por email o por teléfono de forma privada o pública), atacados físicamente, criminalizados (los gobiernos locales aprueban leyes para restringir su actividad), hostigados judicialmente, secuestrados (desde 2011 han desparecido siete activistas) y asesinados, cuando su acción por proteger su territorio es pacífica, como reconoce la ONU.”

Hoy se recuerda que hace un año, un grupo de animalistas, entre los que me encuentro, fue amenazado de muerte por su lucha específica antitaurina en Bogotá. La amenaza la realizaron las denominadas águilas negras, uno de los grupos paramilitares que se supone se habían desmovilizado en épocas del Fuhrer criollo. Aquellos de relaciones profundas con la ganadería intensiva y extensiva, esa que ha contribuido enormemente a la destrucción de bosques, paramos y selvas, una de estas mismas bandas que tienen el potencial de repetir el drama de la UP, o que pueden adueñarse de los territorios antes controlados por la guerrilla, para asumir el control de sus negocios, o continuar favoreciendo el control de la tierra para los grandes terratenientes de siempre, pero también de toda esa flora y fauna que estaba de alguna manera protegida y que quedaría a la merced de su poder. ¿Estará el estado en capacidad de mantener esos territorios despejados de la mano destructora humana?

En resumen, es imprescindible crear por lo menos dos tipos de territorios de paz, si es que queremos una paz que no discrimine con base en la especie. Una para aquellos seres y su entorno natural que no han tenido contacto mayor con los humanos y que necesitan ser protegidos de la degradación del resto de lugares del país. Estos son los territorios que el humano debe despejar totalmente para preservar y conservar. Pero también construir territorios de paz donde se convive no solo entre humanos, sino entre especies, donde todos y todas merecen y tienen derecho a ser respetados en su esencia, su vida e integridad, desarrollando sus capacidades de manera plena siguiendo la vida que desean llevar sin coerción.

Todas y todos tenemos responsabilidad en la construcción de la paz. Debemos afirmar que territorios de paz podemos ser cada una y cada uno de nosotros y más cuando hablamos de nuestra relación con los animales no humanos. Rememorando el bello ensayo de Hakim Bey sobre las TAZ (Zonas temporalmente autónomas), la voluntad libre y decidida a crear un mundo más justo e igualitario para todas y todos está en nuestras manos, aquí y ahora, eludiendo la estructura formal de la educación y el sistema especista.

Ponencia realizada en el Foro Violencia Animales y Sociedad ¿Y la paz con los animales? Realizado el jueves 31 de marzo de 2016 en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia - UNAD Bogotá. 

Referencias 

http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/Pages/default.aspx

http://territoriosporlapaz.gov.co/

http://www.cdpsanjose.org/

http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/ciencia/atelopus-farci-la-rana-bautizada-como-las-farc/16539554

http://www.semana.com/opinion/articulo/leon-valencia-los-territorios-de-paz-son-el-corazon-de-la-negociacion-con-las-farc/453263-3

http://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/colombia-entre-los-siete-paises-mas-ambientalistas-ases-articulo-624535

http://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/comer-menos-carne-podria-salvar-los-bosques-articulo-628263

http://lahaine.org/pensamiento/bey_taz.pdf


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