Por: Carlos A. Crespo
C. Activista antiespecista. Psicólogo – Candidato a magíster en Bioética.
Resistencia Natural (REN), Red Internacional Antitauromaquia. resistencia.natural@gmail.com
Versión completa del artículo publicado en El turbión
Se dejan atrás las armas, se dejan atrás una cantidad inimaginable de víctimas de los conflictos que la guerra no pudo resolver y se dejan también los territorios que hasta ahora han sido ocupado y controladopor la guerrilla de las FARC, a las que hoy se juntan los anuncios del inicio de las conversaciones con el ELN. También vuelven a la vida ciudadana muchos y muchas que solo han conocido la guerra como proyecto de existencia y
un reto gigante para el pueblo, manipulado en sus conciencias por el interés de los belicistas.
Por muchos años, casi los años que ha durado la guerra, fueron vastas
zonas las que no contaron con la soberanía del estado, que eran dominadas por
las fuerzas irregulares de la guerrilla. Era a esta última a la que muchos
pueblos referían como la autoridad y ley reconocida, en detrimento de un estado
que no conocían, un estado que solo veían a través de las señales de televisión,
cuando contaban con uno. Un ente lejano que no daba respuestas ni soluciones.
Así mismo, han existido territorios sin estado presente, pero con la presencia
de más de una organización guerrillera y en otras ocasiones la presencia de
muchas más fuerzas en disputa, creando una serie de variables de complejo análisis,
que hacen que aquello denominado paz aún está lejos de alcanzar.De cualquier
manera, los habitantes de los territorios han sido las víctimas en medio de 2,
3 o hasta más fuegos legales y/o ilegales.
Lo anterior ha producido experiencias de apropiación ciudadana sin
precedentes, lastimosamente no comunes, como la comunidad de paz de San José de
Apartadó (Antioquia), que desde 1997 y luego de una masacre perpetrada por
actores armados legales e ilegales, decidió declarar su territorio libre de
guerra y no permitir que ninguna fuerza armada accionara en sus límites, no
solo las fuerzas estatales como proponen las FARC en su propuesta de
territorios de paz.
En este contexto resulta interesante por lo mezquino que, en las
negociaciones realizadas, el hecho de que no se negocie el modelo económico sea
la premisa fundamental del estado y la aceptación de los grupos insurgentes de
esta premisa no deja de ser lamentable. Los territorios controlados por el
estado, en el contexto de un sistema capitalista y neoliberal, son vistos
principalmente como fuente de recursos económicos. Todo lo existente en los
territorios es susceptible de venta, renta, préstamo, explotación o
aprovechamiento y es el gobierno quien a libre arbitrio dispone de estos
recursos, no siempre con el acuerdo o para beneficio de quien se supone es
realmente el estado, o sea el pueblo. El estado y su modelo capitalista es
depredador (Otros modelos también depredan. El capitalismo ha llevado al límite
la explotación del planeta y sus habitantes).
Las comunidades que conforman el pueblo y que habitan estos territorios,
son quienes realmente tienen los derechos para usufructuar estos recursos que
dan sustento a las necesidades de los seres vivos de estos territorios. Esta afirmación
tiene dos acotaciones. La primera, los animales no humanos, de acuerdo al
enfoque antiespecista, no son considerados recursos, en tanto no son propiedad
de nadie más que de ellos mismos. En este sentido y como habitantes de los
territorios, los animales no humanos también tienen derecho a usufructuar los
recursos del territorio de acuerdo a sus necesidades y, de hecho, a contar con
sus propios territorios. La otra acotación tiene que ver con la inevitable
sustentabilidad que exigen estos tiempos. Los recursos, en tanto perecederos, deben
ser usados con mesura, garantizando la posibilidad de accesibilidad de todos
los seres sintientes, incluidas las generaciones futuras.
Con o sin guerra, los animales han sido víctimas del desplazamiento y la
violencia en sus territorios. Ejemplo de ello ha sido el asesinato de dos ojos
de anteojos por parte de campesinos en este inicio de año (También estuvo
implicado un concejal), por el delito de co existir territorios que los humanos
hemos invadido. El conflicto a pauperrizado estas condiciones, llevando
desplazamientos humanos no solo a las grandes urbes, sino a otros lugares donde
los humanos no deberíamos tener asiento permanente, como los páramos, forjando
el conflicto entre estos humanos y los animales habitantes originarios de estas
zonas. El mismo conflicto deja una cantidad de preguntas generalmente sin
respuesta. ¿Cuantos animales y de cuantas especies han sido desplazados de sus
territorios? ¿Cuáles son las cifras de animales asesinados en bombardeos, o por
efecto de las bombas quiebra patas? ¿Cuántos animales usados como carne de
cañón han explotado a cambio de los combatientes humanos? ¿Cuántos animales han
sido usados como práctica de tiro, desensibilización frente a la muerte y la
tortura o insumo para producción de armas.
Sin embargo, y a pesar de la destrucción que deja la guerra, entre otras
la de la naturaleza, también es cierto que grandes extensiones de territorio
cuyo control ha recaído hasta ahora sobre la guerrilla, ha tenido como efecto
el veto para que las grandes multinacionales en el nivel macro, y los grupos de
colonos en lo micro tengan una gran limitante para la explotación de recursos y
la destrucción ambiental. La guerrilla ha sido participe de negocios que
contribuyen a la degradación ambiental, como el narcotráfico de hoja de coca,
que hace que la seguridad alimentaria de los campesinos sea sustituida por unas
efímeras bonanzas, en tanto las ganancias verdaderas no quedan en sus bolsillos
(sin hablar de la criminalización y estigmatización de estas plantas
tradicionales).
También es relevante su participación en la explotación minera
del coltan o las terribles catástrofes ambientales que dejan los atentados a
oleoductos. A pesar de ello, su presencia también ha permitido que amplias
extensiones permanezcan vírgenes, preservados los ecosistemas, manteniendo lejana
la frontera agrícola o las locomotoras minero energéticas.
Un ejemplo de ello es el de la “Atelopus farci”, rana de color olivo y tubérculos
en la espalda, quien fuera descubierta hace unos 30 años y que debe su
particular nombre a su estrecha relación con las FARC, en tanto existió camuflándose
en zonas controladas por esta guerrilla y se extinguió cuando perdieron control
de los territorios donde habitaba. La acción subversiva protegía los bosques
andinos por encima de los 2000 mts donde habitaba esta rana comedora de
insectos y que fuera investigada por John Douglas Lynch. Otro ejemplo es el del
mono araña café (Ateles hybridus), para quien la baja de intensidad del
conflicto aumentó los cultivos de palma, disminuyendo el bosque nativo donde
viven estos primates (Lina Tono - tesis de maestría "Animalario de la
guerra y la paz en Colombia").
Lastimosamente el
primer punto de la negociación del gobierno colombiano con las FARC sobre
política de desarrollo agrario integral habla de mejoramiento de las
condiciones de la población rural reactivación del campo, distribución de la
tierra y la eliminación de la pobreza, todos elementos muy importantes, pero
que sin dejar el sesgo antropocéntrico quedan incompletas, al mencionar solo
tangencialmente la preservación de las zonas hasta ahora protegidas por la
presencia guerrillera, viendo estos territorios más bien como una oportunidad
de aprovechamiento, con toda seguridad no tanto para los campesinos, sino para
abrir inversión extranjera y fortalecer entre otras la denominada locomotora
minera, pilar de gobierno del presidente Santos.
Delimitar la frontera agrícola y proteger
las áreas de especial interés ambiental, para lo que se avanzará en un plan de
zonificación ambiental que haga compatible la preservación con las alternativas
económicas de las comunidades y de desarrollo del país y promueva diferentes
planes que contribuyan a la preservación ambiental. El Gobierno apoyará los
planes de desarrollo de las zonas de reserva campesina que ya están creadas o
se creen como iniciativa de las comunidades buscando una mayor presencia del
estado en estos territorios.
Es bien sabido que
esta retorica deja mal parado al ambiente, que en la balanza gana siempre el
concepto de desarrollo, economía y dinero, en detrimento de la naturaleza.
Lo cierto es que con o sin guerra, con o sin negociaciones, el gobierno,
en cabeza del estado ha venido haciendo una feria con los recursos de los
territorios, dejando muchas veces sin sustento a sus actuales habitantes
humanos e impidiendo que se refuercen los por ahora utópicos proyectos de
preservación y conservación de recursos para los otros animales o para las
generaciones futuras. Para el estado capitalista neoliberal existe el presente
y el stock de recursos, productos que constituyen su negocio, es puesto en
venta al mejor postor. Para este tipo de estados, humanos, animales no humanos,
y todo sobre la faz de la tierra es algo presto al lucro y a la capitalización.
Recordar la reciente venta de Isagen, donde de manera paradójica, se unió la
izquierda con la ultraderecha colombiana, más otros de los más disimiles
sectores para rechazar la subasta de esta empresa estatal. A pesar de ello, su
privatización fue un hecho y el agua, principal activo de esta empresa, quedó
en manos extranjeras, mientras el pueblo quedó ad portas de un racionamiento
eléctrico. Este no es para nada un escenario para un territorio de paz, más
bien es todo lo contrario.
El terrible escenario del párrafo anterior continua siendo corroborado
por diferentes entes gubernamentales que respaldan la locomotora minera,
traducida en las muchas licencias ambientales para explotación petrolera por
parte de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), en territorios de
especial vulneración ecológica y cuyo caso más mediático se dio con la licencia
entregada a la multinacional Hupecol en las inmediaciones de la serranía de la
Macarena y su paradisiaco Caño Cristales, que por fortuna pudo ser suspendida
(temporalmente) en parte por la enorme presión social de la campaña #YoDefiendoLaMacarena.
Sin embargo muchos lugares de gran valor ecológico, no tan famosos y más bien
desconocidos, siguen en riesgo por la avaricia gubernamental y su abuso de
poder sobre las posiciones de desarrollo sostenible de las comunidades e
inclusive del desconocimiento del ámbito científico, como las irresponsables
declaraciones del presidente de Ecopetrol Juan Carlos Echeverry frente a las
posiciones académicas en contra de la explotación petrolera en la Macarena,
expresadas en el Congreso de la república.
Se acerca el denominado postconflicto y tal y como hace tres años una
parte del movimiento animalista les expresó en una misiva a los grupos de
negociadores de La Habana, los animales deben ser tenidos en cuenta si es que
se quiere un acercamiento real al concepto de paz. Una paz sin este elemento
seguirá siendo una paz incompleta. El eje central de tal comunicación fue: Paz
para los animales: Ellos también son víctimas.
Así como se requiere construir territorios de paz que den cuenta de la justicia
social con equidad, con protección de la vida e integridad de pobladores
originarios y reincorporados (Evitando las dolorosas experiencias vividas con
la UP), y en este sentido evitando y combatiendo la reorganización de las
estructuras paramilitares, garantizando las condiciones de vida de calidad, de
desarrollo de capacidades, de participación incidente y de democracia directa, de
garantía de no repetición de escenarios de
violencia o de guerra, también es necesario tener en cuenta que no estamos solo
los humanos.
Que en puntos esenciales de la negociación como el número cuatro de los
puntos de negociación de La Habana, del sistema especial de seguridad
alimentaria y nutricional, el fortalecimiento de mercados locales, el manejo
adecuado de alimentos y programas contra el hambre, no tienen por qué estar
ligados a la explotación de los animales. Que los inmodificables planes de
negocios para población vulnerable, donde invariablemente están los galpones de
gallinas y los chiqueros para cerdos, pueden ser modificados por alternativas
rentables, sustentables, colaborativas, solidarias y sobre todo éticas, bajo
los nuevos parámetros de las éticas biocentristas.
Las discusiones sobre la
seguridad alimentaria no pueden estar ajenas a los continuos llamados de la
Organización de las Naciones para la Alimentación y la Agricultura (FAO), quien
en su último cuestionamiento sobre ¿Cuáles son las rutas que deben seguir los
Gobiernos para evitar unas altas tasas de hambre?, respondiendo de acuerdo a
las investigaciones del Instituto de Ecología Social de Viena (Austria),
liderado por Karl-Heinz Erb, quienes idearon un modelo matemático que les
arrojó 500 posibles escenarios para alimentar el planeta en 2050, encontrando
que el mejor escenario se da donde toda
la población sea vegana.
Que el tercer
punto sobre el fin del conflicto, donde se acuerda la limpieza y descontaminación
del Territorio de la Presencia de Minas Antipersonal y demás elementos
explosivos en general no tiene que hacerse por medio de víctimas animales en
átomos volando (Aunque los quieran hacer ver como héroes) sino con tecnología
de punta.
Es necesario
repetir por todo el país experiencias como la de la comunidad de paz de San José de Apartadó, pero venciendo el especismo
antropocéntrico. Teniendo en cuenta que los territorios de paz no
necesariamente tienen que contar con la presencia del humano y que es
perentorio no repetir la experiencia de animales hoy desaparecidos, como la
ranita “Atelopus farci”. Que necesitamos reestructurar la ruta del jaguar,
volver a poblar los páramos y bosques de osos de anteojos, que el cóndor de los
andes vuelva a alzarse imponente sin un fusil apuntando a su cuerpo. Que
necesitamos mantener el agua pura fluyendo para que continúe existiendo la
posibilidad de vida, misma que el petróleo o los metales de las minas reducen.
Que necesitamos saber que en los territorios de los no humanos, somos nosotros
los invasores.
Y así como se
piden garantías para humanos y no humanos, un sector de ellos, animalistas y
ambientalistas, que luchamos contra los intereses del status quo, también
merecemos como todas y todos nuestro territorio de paz, recordando que Colombia
se encuentra entre los siete países con más ambientalistas asesinados: “Los defensores y defensoras de la Tierra,
reconocidos en 1998 por la Declaración sobre el derecho y el deber de los
individuos adoptada por la Asamblea General de la ONU, son amenazados (en
persona, por email o por teléfono de forma privada o pública), atacados
físicamente, criminalizados (los gobiernos locales aprueban leyes para restringir
su actividad), hostigados judicialmente, secuestrados (desde 2011 han
desparecido siete activistas) y asesinados, cuando su acción por proteger su
territorio es pacífica, como reconoce la ONU.”
Hoy se recuerda que hace un
año, un grupo de animalistas, entre los que me encuentro, fue amenazado de
muerte por su lucha específica antitaurina en Bogotá. La amenaza la realizaron
las denominadas águilas negras, uno de los grupos paramilitares que se supone
se habían desmovilizado en épocas del Fuhrer criollo. Aquellos de relaciones
profundas con la ganadería intensiva y extensiva, esa que ha contribuido enormemente
a la destrucción de bosques, paramos y selvas, una de estas mismas bandas que
tienen el potencial de repetir el drama de la UP, o que pueden adueñarse de los
territorios antes controlados por la guerrilla, para asumir el control de sus
negocios, o continuar favoreciendo el control de la tierra para los grandes
terratenientes de siempre, pero también de toda esa flora y fauna que estaba de
alguna manera protegida y que quedaría a la merced de su poder. ¿Estará el
estado en capacidad de mantener esos territorios despejados de la mano
destructora humana?
En resumen, es
imprescindible crear por lo menos dos tipos de territorios de paz, si es que
queremos una paz que no discrimine con base en la especie. Una para aquellos
seres y su entorno natural que no han tenido contacto mayor con los humanos y
que necesitan ser protegidos de la degradación del resto de lugares del país.
Estos son los territorios que el humano debe despejar totalmente para preservar
y conservar. Pero también construir territorios de paz donde se convive no solo
entre humanos, sino entre especies, donde todos y todas merecen y tienen
derecho a ser respetados en su esencia, su vida e integridad, desarrollando sus
capacidades de manera plena siguiendo la vida que desean llevar sin coerción.
Todas y todos
tenemos responsabilidad en la construcción de la paz. Debemos afirmar que
territorios de paz podemos ser cada una y cada uno de nosotros y más cuando
hablamos de nuestra relación con los animales no humanos. Rememorando el bello
ensayo de Hakim Bey sobre las TAZ (Zonas temporalmente autónomas), la voluntad
libre y decidida a crear un mundo más justo e igualitario para todas y todos
está en nuestras manos, aquí y ahora, eludiendo la estructura formal de la
educación y el sistema especista.
Ponencia realizada en el Foro Violencia Animales y
Sociedad ¿Y la paz con los animales? Realizado el jueves 31 de marzo de 2016 en
la Universidad Nacional Abierta y a Distancia - UNAD Bogotá.
http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/Pages/default.aspx
http://territoriosporlapaz.gov.co/
http://www.cdpsanjose.org/
http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/ciencia/atelopus-farci-la-rana-bautizada-como-las-farc/16539554
http://www.semana.com/opinion/articulo/leon-valencia-los-territorios-de-paz-son-el-corazon-de-la-negociacion-con-las-farc/453263-3
http://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/colombia-entre-los-siete-paises-mas-ambientalistas-ases-articulo-624535
http://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/comer-menos-carne-podria-salvar-los-bosques-articulo-628263
http://lahaine.org/pensamiento/bey_taz.pdf
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